Cuán extraño que en otoño
germines en la campiña
de mi estéril soledad,
permitiendo que mi invierno,
de ti aprovisionado,
letargo sea primaveral.
Cuán curioso que sea ahora,
- cuando a todo llega su hora -,
que tu tallo me sostenga,
que tus pétalos me envuelvan,
y tu néctar cure heridas
que apenas podían sanar.
Cuán milagroso este tiempo
donde lo eterno claudica,
donde lo efímero impera
y nada ya reverbera.
Sólo tu flor se apodera
de mi mundo y vida entera.
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